24 AL 26 DE OCTUBRE DE 2014
HOTEL SOL DE ORO | LIMA, PERÚ
VIII JORNADAS DE LA NEL
EVA-LILITH
N° 24 | 15 de Septiembre de 2014
Boletín de las VIII Jornadas de la NEL

Del goce que se resiste a ser nombrado
Hector Gallo

Cada vez que un sujeto con sus dichos, o un autor con sus elucidaciones vuelve a las "inmediaciones del goce" de una época, es común que tropiece con una especie de roca viva que intentará evadir, bien sea abandonando la reflexión, o entregándose a elucubraciones que le harán perder valor epistemológico a sus ideas. Lacan anota que el mismo Freud en parte nos abandona, se separa un poco de la cuestión, "cuando se aproxima" al goce femenino.

Después del debate que sobre este problema dejó abierto Freud con sus tímidas aproximaciones al edipo femenino, a la sexualidad femenina, a la feminidad, al masoquismo femenino y en rigor a la pregunta ¿qué quiere una mujer?, se han dicho muchas cosas, pero la forma de presentarlas las convierte en tonterías.

Este juicio de Lacan sobre las contribuciones que los posfreudianos han hecho acerca del goce femenino, se funda en el señalamiento de un error metodológico que los autores cometen. En lugar de presentar lo dicho como una contribución destinada a animar el debate y de exigir una evaluación que ubique las ideas en calidad de acompañantes del discurso inaugural elevado por Freud, son presentadas como aquello que por fin arrojará nueva luz sobre lo debatido.

La historia de las ideas ha demostrado que esta falta de modestia frente a los enigmas relacionados con el goce de los humanos, hace caer rápidamente en afirmaciones tontas y quienes más cerca viven de tales afirmaciones, son aquellos personajes que se distinguen "por comerciar por cualquier medio con las distintas corrientes que" puedan haber atravesado el análisis del problema en los años en que su debate fue vigente. Esto tiene una razón interna a su condición; la de ser personajes eminentes.

En el mundo universitario alguien es eminente cuando se supone que al abrir la boca siempre dejará salir la buena nueva sobre lo que es de actualidad. Los universitarios eminentes son personajes bien informados, comerciantes de las distintas corrientes de pensamiento concernidas en el análisis de lo que se debate, atentos a las últimas experiencias realizadas y cultivadores de un semblante de saber que difícilmente un alumno se atrevería a poner en discusión.

El modelo que Lacan nos presenta de estos personajes que hablan para prometer una pronta resolución del enigma planteado, es el señor Gilllespie. Este señor muestra "una singular alegría" porque según él al fin Masters y Johnson dejarán definitivamente resuelta la pregunta por el goce femenino, forma de hablar que resulta bastante cercana a la que caracteriza a los representantes del discurso medico cuando se refieren, por ejemplo, al descubrimiento de un nuevo medicamento que acabará por fin con la impotencia de los hombres.

Del orgasmo que se mide a lo femenino que fascina y horroriza
Mientras Lacan intentaba avanzar su teoría del goce a partir de la lógica del significante, los autores evocados se ocupaban del orgasmo vaginal a partir de cierto número de experiencias realizadas en la universidad de Washington. Lacan se dedica a mostrar porqué el significante define al mismo tiempo la muerte del goce y también su emergencia localizada en el cuerpo, Masters y Johnson, en cambio, en lugar del aparato significante, emplearon aparatos cinematográficos y a través de este medio audiovisual llegan a considerar "que el mayor orgasmo, que sería el de la mujer, resulta de la personalidad total, [...]".[1]

Tenemos dos aparatos, uno de deducción y otro de observación, su empleo define también dos planos de la investigación, lógica y experimental en su orden. El primer plano da primacía a lo cualitativo del goce y el segundo a su medición cuantitativa. En el nivel cualitativo lo que interesa es determinar qué tiene que ver el goce con la emergencia del discurso y por ende con el saber, en el cuantitativo el acento se desplaza al más o al menos del orgasmo, por eso lo fundamental es la medición del goce, punto en el que se entrará sin remedio al campo de la tontería, porque se trata algo propio de la subjetividad como si fuera orgánico y cuantificable.

La tontería es lo que se impone cuando, como en el caso de los autores citados, se pretende, para mantener una hipótesis insostenible, combinar dos metodologías investigativas que no tienen punto de comparación. El más del orgasmo femenino, que efectivamente es susceptible de fotografiar, aparece determinado por algo -la personalidad total-, que escapa sin duda a toda posibilidad de observación empírica, porque es una deducción solidaria del descubrimiento del yo autónomo, que es un término imposible de objetivar, porque es una instancia de la personalidad que se preserva del conflicto, y esto tiene que ver con la deducción, no con una fotografía que lo especifique como parte de una personalidad total ensanchada por un análisis.

¿En qué consiste, en consecuencia, la contradicción que Lacan devela en la formulación con la cual Masters y Johnson pretenden resolver el enigma del goce femenino? En suponer que "un aparato cinematográfico que recoge imágenes a color"[2], que se sitúa "en el interior de un apéndice que representa el pene y que capta desde dentro lo que pasa en la pared que, una vez introducido, lo envuelve"[3], puede permitir la revelación inequívoca de la personalidad total de una mujer.

¿Sobre qué base objetiva puede considerarse, dentro de una investigación de tipo experimental, que la primacía del orgasmo de la mujer depende de la personalidad total? No hay correspondencia entre el método de investigación empleado y la conclusión a la que se llega, porque de un lado orgasmo y goce son presentados como equivalentes, de otro se pasa del campo experimental al plano de la subjetividad, sin hacer ninguna consideración metodológica al respecto, hecho que enmascara la verdad del problema e impide poder saber algo de lo que distingue a una mujer de un hombre, examinados a partir de su relación con el goce y no de su diferenciación anatómica.

Trabajos como los de Masters y Johnson, dice Lacan que no carecen de interés, pero a condición de mostrar en ellos el tono exacto de lo que descubren. La superioridad biológica del organismo de la mujer no resulta de la personalidad total, tampoco explica la primacía del goce femenino porque este no tiene que ver con el género; más bien es un descubrimiento que si es puesto al margen de lo que Freud descubre y no como una prueba más del borramiento de su discurso sobre la pulsión, el inconsciente y la castración, resultará ser un buen acompañamiento.

La dimensión enigmática del goce es ilustrada por Lacan con la imagen de un tonel que tiene la particularidad de no permitir calcular la configuración de su fondo, ni el lugar hacia dónde conduce una vez que se entra en él. Esto quiere decir que el goce hay que definirlo como algo peligroso. Pero no se trata de un peligro que el sujeto se represente de manera penosa, sino de un peligro que también contiene un no sé qué fascinante. Lacan ilustra esa doble dimensión de fascinación y horror, con una imagen patética: "se empieza en las cosquillas y se acaba en la parrilla".[4]

Si más allá del placer de la tibia sensación corporal de las cosquillas se encuentra el increíble desgarramiento físico y psíquico del dolor y esto el sujeto casi nunca parece calcularlo, es porque el goce implica el encuentro con una mascarada de felicidad que en lugar de fortalecer al sujeto más bien lo induce al sacrificio.

Notas:
  1. J., Lacan, El reverso del psicoan álisis, El seminario 17, Buenos Aires, 1992, p. 76.
  2. Ibíd, p. 76.
  3. Ibíd
  4. Ibíd, p. 77.

Comisión Editorial Boletín Eva-Lilith

  • Raquel Cors Ulloa
  • María Hortensia Cárdenas
  • José Fernando Velásquez

NEL - Nueva Escuela Lacaniana