Homosexualidad y otras sexualidades
Marcela Almanza, Aliana Santana, Gloria González, Clara M. Holguin

El interrogante "todo el mundo se acuesta con todo el mundo, pero ¿se acuesta con lo femenino?" que se introduce en la presentación del eje Homosexualidad y otras sexualidades, propone pensar las variantes de la sexualidad, desde el modo clásico de la homosexualidad, hasta múltiples variables de las que se habla hoy más abiertamente: transexualismo, travestismo, pansexualismo, tercer sexo, etc en articulación con lo "femenino". Cuando hablamos de lo femenino, nos referimos con Lacan, como bien lo señala el argumento al "goce como tal". No hay más que dos sexos: los hombres y las mujeres. "Se obstinan en agregarle los auverneses. Es un error. En el nivel de lo real, no hay auverneses"[1]

Con los avances de la ciencia se hace posible las intervenciones sobre el cuerpo y con ellas se da lugar a nuevas ficciones. Es el caso del transexual, pues si bien existía el travestismo, es la posibilidad sobre la intervención sobre lo real lo que completa el síndrome

Lo femenino como un nombre de lo real apunta a lo que Lacan llamó "haydeloUno", existencia de un goce contingente, que aparece sobre el trasfondo de la no relación sexual. Goce que Lacan nombra como "no-todo", y escribe con el matema S(A/). Goce innombrable, indecible, frente al que cada parletre responderá de manera singular en un intento de cernir y nombrar eso que no puede ser nombrado.

Frente a este goce femenino, que excede la lógica fálica, proponemos dos posibles respuestas, la vía del rechazo y la vía del consentimiento.

Del lado del rechazo del goce situamos lo que se conoce como el goce fálico, desde donde surgen todas aquellas nominaciones contemporáneas, los semblantes, las ficciones del lenguaje y de la cultura que intentan dar cuenta de una identidad posible a partir de la suposición de un modo de goce que siempre, inevitablemente, es diferente al de otros y que por lo tanto produce segregaciones renovadas: Soy homosexual, soy trans, soy…… Nominación que viene del Otro, que promueve la adaptación del sujeto desde una lógica universal, aplicable para todos y que lejos de limitar el goce, tiene más bien el efecto de promover los excesos y conducir a demandas insaciables, a un "más" que se escucha por todas partes. La respuesta por la vía del rechazo forma parte de la lógica fálica, de la medida del falo, que es la vara con la cual medimos la existencia en todos los planos de la vida.

Del lado del consentimiento al goce, al contrario, podemos pensar la posibilidad de cernir de modo absolutamente singular aquello que no tiene nombre, por la vía de la invención y del saber hacer al que conduce un análisis llevado hasta su fin. "Un psicoanálisis puede dar acceso a una mujer o a lo femenino, por vías que le son propias: la de desbaratar la defensa neurótica que se construyó en el encuentro con el No hay relación sexual y la de acceder a un goce que ya no ignora lo inexorable de esa ausencia".[2]

Encontramos en ésta una vía totalmente diferente a la anterior, que confronta a cada ser hablante con lo imposible, donde Se trata de arribar a Un nombre que no viene del Otro, sino del propio parletre. Es la vía que va más allá del falo, pero no sin él, doble horizonte de lo femenino, que puede darle al hablanteser un acceso al goce imposible de negativizar.

Si en la primera vertiente es posible pensar lo que se conoce como la feminización del mundo, es decir los excesos, el sin límite de los modos de gozar que reinan en la época, en la segunda, podemos dar cabida a lo que Silvia Salman llama un "mundo más femenino", un mundo donde se demuestra que existe un goce más allá del falo, ese al que la experiencia psicoanalítica da lugar.