"Allí donde el padre tiene la ley, la madre tiene el capricho" [1]
Luz Elena Gaviria
En "Los usos del lapso", dice Miller: "…sería un gran progreso de civilización, el de haber pasado del capricho a la ley"[2].Afirmación que se basa en la historia de la humanidad: antes de que llegaran las tablas de Moisés, existían divinidades caprichosas como Zeus, Júpiter, quienes eran Dioses del capricho, igualmente sus hijos.
Desde el psicoanálisis, se vuelve a decir esto de otra manera. El Nombre del Padre, en la metáfora paterna, sustituye para el hijo el deseo de la madre, que Lacan llamaba la ley caprichosa del deseo materno. Pero no basta para operar lo suficiente sobre el capricho del deseo de la madre. Es necesario que este padre sea un hombre que haga pareja con una mujer que causa su deseo. De lo contrario, ese goce materno no logra ser limitado, lo que incide en el niño. "Surge el padre no solamente como nombre, sino el padre como nombrante"[3] de un deseo y de un goce.
La lógica caprichosa, dice Miller en Los usos del lapso, es un "yo quiero", es la lógica de una voluntad fuera de la ley de los universales:"Cuando estamos en el universo del capricho, maravillosamente, estamos desanudados de eso que se llama, en el lenguaje del psicoanálisis, la racionalización…. Un capricho no da sus razones, hay ausencia de la ley, un verdadero capricho no se discute, tiene esa calidad absoluta del "yo quiero" y en este punto estamos verdaderamente en otra atmósfera que la de la ley del padre, lo cual hecha a perder la aparición del reglamento. No harás esto, no harás aquello, no harás nada de lo que tienes ganas.... Aquí la fórmula correspondiente es menos la del fantasma que la de la pulsión, es decir, la de la voluntad propiamente y naturalmente acéfala, donde el sujeto desaparece, en la medida en que allí es actuado. Hay un agujero y allí surge como sin razón un objeto, un enunciado que es un objeto desprendido y que merece ser llamado objeto (a), objeto vuelto causa de lo que hay que hacer. ...La lógica del capricho radica en que el sujeto asume en él como propia la voluntad que lo mueve. Lo divino en el capricho, es que quiero —no la ley para todos— quiero aquello que me pulsiona, un yo quiero absoluto, aquello que me acciona como pulsión"[4].
Ahora bien, tratándose específicamente del querer ser madre de algunas mujeres, se debe introducir el detalle clínico a escuchar en cada caso. Se puede encontrar mujeres todavía orientadas desde la metáfora del amor, pero también escuchamos a mujeres que eligen accionadas por su goce pulsional. Es el querer del consumidor capitalista, solamente orientado por el valor de uso del objeto, lo quiero y lo obtengo.
Ante la caída de los semblantes clásicos que ordenaban a la familia, se encuentra Otro que habla hoy a todos todo el tiempo, es una voz que suple este vacío y que propone como relevo de esos semblantes en desuso, el deber imperativo de ser feliz.
Esto nos precipita en una vertiente a investigar en la clínica: qué sucede con aquellas mujeres que deciden tener un hijo solas, por ejemplo a través de un banco de esperma, qué suple la autoridad del padre. Tal vez, el síntoma del niño consiga producir un marco, o podría tratarse de una procreación fantasmática, "del amor de la histérica por el padre… No creo que una mujer pueda soportar sola el poder de la creación", opina A. Vicens.[5]
Esta y muchas otras cuestiones nos convocan a participar de nuestras próximas Jornadas de la Nel.
Notas
Comisión Editorial Boletín Eva-Lilith
COMISION EPISTÉMICA
María Hortensia Cárdenas, Jimena Contreras, Elida Ganoza, Johnny Gavlovski, Marita Hamann, Clara María Holguín, Fernando Schutt, José Fernando Velásquez
DIFUSIÓN
Raquel Cors Ulloa